Estudios sencillos

Estudios Sencillos

Música: Leo Browuer
textos: Martín Virgili
Recitación: Guillermo Lema
Guitarra Martín Virgili

Se trata de una versión con textos poéticos de los tradicionales «Estudios sencillos de Leo Browuer (1972). El disco fue lanzado en 2003.

Ingeniero de grabación: Sebastián Bauer
Diseño Gráfico: Violeta Juárez

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ESTUDIOS
Por Sebastián Bauer

En su constricción, el estudio se funda desde el vamos en un lenguaje objetivado. Se modela, en rigor, con cualquier idea-objeto que contenga una dificultad mecánica evidente. Esta circula, en principio indócil, a lo largo de la pieza en un diseño comúnmente único, que debiera ser controlado por el ejecutante bajo la forma de un “sonido parejo”, esto es, un sonido que oculte la dificultad. Lo que aparece es un lenguaje métrico, discreto, que resalta la medida, y donde el equilibrio viene dado por la adición de lo siempre igual. Cualquiera de las formas resultantes armoniza llanamente con el lenguaje medido, acompasado, con la sintaxis propia a la poesía. Digamos que, en principio, la mixtura de estudio y estructura poética formarían una consonancia; y más allá del, por decir así, desconcierto que a priori provoca tal emprendimiento.
Poco después de su edición, por la francesa Max Eschig, en 1972 los estudios del cubano Leo Browuer se invistieron del favor de estudiantes y profesores de guitarra de todo el mundo, que pronto supieron apreciar como el sonido fresco y con carácter de los Estudios Sencillos contrastaba olímpicamente con el conservador, y a veces rancio, repertorio en uso. ( Browuer haría luego una segunda serie de 10 estudios, más objetivos -no tan frescos- y decididamente técnicos ). Todo lo distinguía de sus pares de Sor o de Carcassi : a su lado esta música parecía vivir; la fantasía de ritmos y de colores armónicos era francamente novedosa. Venían de Cuba y eso se notaba.

Ahora bien, la poesía de Martín está casi en las antípodas de la, digamos, “sensualidad cubana”. Es una poesía que arde pero por lo helada. Por demás inspirada, su imaginario es más bien mineral, casi inhumano; pero hay no obstante un impulso animista que refrena lo muerto. En el conjunto, el paraíso vegetal cubano parece atestarse de rocas y de objetos que alienados pujan por también llegar ser. La coincidencia de este desacuerdo es, ahora sí, inquietante.
El primer estudio opone un pulgar cantante y grave al relleno de las cuerdas 2 y 3 al aire, a la manera de la técnica del timbalero en la música afrocubana. La interpretación de Martín pone el énfasis en la oscuridad de una melodía misteriosa y étnica, y en contrapunto a un poema cuya imago parece excluir al hombre.
El segundo estudio, un coral en sol mayor, asiste, como puede, a una poesía muy ácida, de ribetes surrealistas, demoledora.

En el tercer estudio se ejercita la digitación más conveniente para el control de los trémolos en tresillos; la poesía, revulsiva, encuentra a la Naturaleza dominando al Hombre.
El cuarto estiliza la lógica del primero; se redondean los contornos y el ritmo se hace predecible, como en una danza. Guillermo mientras tanto le da vida a una campana.
El quinto estudio es un montuno en un do mayor luminoso; no obstante, con la poesía, se sugiere un universo femenino más bien enfermizo.

Los arpegios del estudio seis combinan cuerdas al aire y cuerdas pisadas en diversas posiciones del diapasón. La interpretación suficiente de Martín neutraliza esa dificultad y accede a una variedad de timbres preciosos. Los versos captan exactos la inmovilidad y la fragilidad de esos arpegios .
Resulta difícil, sino imposible, lograr más precisión con volumen, un sonido más punzante que el que se escucha en esta versión del estudio siete ( una práctica de ligados). Esa agudeza está reflotada en la imagen del pico de un pájaro en unas rimas que parecen parodiar a remanidos modelos poéticos.
El estudio ocho combina en un ABA un canon con una variación en arpegios del tema. El poema, oscuro, respeta en sincronía tal estructura.

Una abundante y cambiante articulación de ligados aviva las puntiagudas síncopas del estudio nueve. La poesía se oye como un grito; tiene una impronta pulsional que más que establecer imágenes las estalla.
El estudio diez explora con notable ingenio la primera posición de la guitarra, y la coordinación en los movimientos cromáticos. Son cuanto menos dos quienes dicen en el poema final, y uno de ellos parece ser un niño.

Febrero de 2003